Ruth decide buscar ayuda para gestionar la tutela de Silvia. Doña Marta le insiste a Esperanza para que denuncie a Carlos. Jefferson atraviesa un momento crítico y toma una decisión que podría empeorar su situación.
Es el momento de empezar de nuevo juntos.
Volver a nacer.
Toma mi mano.
Entonces ya decidieron que van a hacer.
Vamos a buscar ayuda.
Hable a la cooperativa a pedir permiso
para no regresar en la tarde.
Y Ruth hizo lo mismo.
¿Y en dónde está ella? En el baño.
Ahorita viene.
Estoy preocupado, mamá.
Lamento no haberme dado cuenta antes que
algo no andaba bien en la vida de Ruth.
No, hijo.
A veces, en la misma casa
pasan esas situaciones y nadie lo nota.
¿O no quieren darse cuenta?
¿Cómo te sientes, mija?
Ya más tranquila, doña Marta.
En la cooperativa conocí a una licenciada
que trabaja en una asociación que protege
los derechos de la niñez y adolescencia.
Ya le llamé
y me dijo que fuéramos de una vez.
Ellos nos pueden orientar.
Está bien. Vamos, entonces.
Ay, Dios.
Yo los acompañaría, pero
creo que es mejor no dejar sola a Silvia.
Gracias, doña Marta.
No se imagina lo valioso que es
contar con amigos en estos momentos. Y.
Hola, Rogelio.
Pasen adelante. ¿Qué tal, licenciada?
Gracias por recibirnos así,
sin hacer cita ni nada.
No te preocupes.
Aquí en la Asociación,
nuestra principal tarea es apoyarles
en el momento en que lo necesiten.
Le presento a Ruth Flores.
Ella es la persona de quien le hablé.
Mucho gusto, Ruth.
Soy la psicóloga Iris. Skype.
Me encargaré de orientarte.
Mucho gusto.
No sé cómo empezar.
Está bien. Tranquila.
Puedes confiar en nosotros.
Cuéntame.
Qué está pasando
y yo iré respondiendo a tus dudas.
¿Te parece? Sí.
Bueno.
Se trata de mi hermana menor.
Comprendo. Rogelio.
¿Puedes esperar afuera?
Licenciado Rogelio
ya sabe lo que está pasando.
Y me gustaría que me acompañe.
Ruth, es mejor que hables a solas
con la licenciada.
Yo voy a estar afuera.
Muy bien, Ruth.
Cuéntame.
Empezó
cuando el hermano de mi mamá, Antonio,
regresó de Estados Unidos.
Él se acercó a mi hermana con regalos,
llevándola a pasear sola con él.
Un día llegué a la casa y lo encontré
dándole un beso en la boca.
Ay, usted no sabe cómo es mi tío Antonio.
Mira, Ruth, los besos y las caricias.
A un menor de 14 años se considera
un delito sexual y está penado por la ley.
Pero no tengo pruebas.
Silvia es nuestro mejor testigo.
Su testimonio tiene validez.
Nadie le va a creer, licenciada.
Tú le creíste.
Y también has sido testigo de cosas
que ya mencionaste.
Dime.
¿Tu mamá sabe lo que está haciendo
tu tío Antonio?
Sí, pero ella
lo defiende.
Tú y Silvia
siempre han vivido con tu tío y tu mamá.
Siempre hemos estado con mi mamá.
Y yo he cuidado a Silvia
desde que era pequeña.
¿Cuánto tiempo
ha vivido tu tío Antonio con ustedes?
Él estuvo en la
casa desde que yo me acuerdo hasta que
se fue
cuando yo tenía 14 años.
Silvia era una bebé, Ruth.
Buscaremos por todos los medios
proteger a tu hermana
y de alguna manera, a ti también.
Y por supuesto, es urgente
sacar a Silvia de esa casa.
Gracias, licenciada.
Lo que más quiero llevármela a otro lugar.
¿Y tu papá?
¿Sabes dónde está?
¿O algún pariente cercano que tengan?
No sé dónde está mi papá.
Hace muchos años que no sé
nada de él. Bien.
Primero hay que denunciar en el Ministerio
Público.
Aquí, en la asociación, te acompañaremos
en el proceso de la ruta de la denuncia
para que te quedes
con la tutela de tu hermana.
¿Y si no nos creen?
¿Qué va a pensar la gente de nosotras?
No pienses en eso, Ruth.
Será difícil, no te voy a mentir.
Pero las vamos a apoyar.
Gracias, licenciada Iris.
Te voy a llamar mañana para ponernos
de acuerdo.
Así vamos juntas al Ministerio Público.
Está bien. Le agradezco muchísimo.
¿Cómo te fue?
¿Qué hacemos ahora?
Por lo que le conté a la licenciada,
considera que mi mamá no se va a negar
a que me lleve a Silvia.
Sobre todo cuando le diga que vamos a
poner una denuncia en contra de ese señor.
Esperemos que así sea.
De todas formas, no estás sola, Ruth.
Gracias, Rogelio.
Tengo miedo de su reacción.
Pero ahora que tengo el apoyo de ustedes
y de la licenciada,
no voy a aguantar más.
Ya no más pueden quedarse en la casa.
Ya viste que mi mamá está de acuerdo.
Ahí van a estar seguras.
No me gusta la idea de que estén
bajo el mismo techo que ese tipo.
Gracias, Rogelio.
Pero con lo que nos dijeron,
ya no tengo miedo de llevarme a Silvia.
Nos iremos al apartamento que alquilé.
¿Está segura?
Ahora que ustedes saben lo que pasa
y que nos van a apoyar en asociación,
siento que tengo nuevas fuerzas.
Rogelio. Ya no me siento sola.
Nunca lo has estado, Ruth.
Entiendo que no me hayas querido contar
lo que pasaba.
Pero siempre hay que buscar ayuda. ¿Sabes?
La licenciada también dice
que sería bueno contar con un familiar
que nos apoye.
Yo creo que debo buscar a mi papá.
¿Qué opinas?
¿Pero tú tienes idea de dónde está
o si está vivo?
No sé, pero nada pierdo con averiguar.
Si toma mi mano.
Y cuénteme, Doña Esperanza.
Fue a poner la denuncia
en contra de Carlos.
Fíjese, doña Marta,
que lo estuve pensando.
Tanto así que el domingo me
fui al parque para despejarme un poco.
¿Eso quiere decir que no lo hizo?
Es que con eso que Lucía no recuerda nada.
¿Y para terminarla de fregar
me encontré con doña Olga
y me dijo un montón
de cosas que me hicieron pensar
si vale la pena poner la denuncia
y que fue lo que le dijo?
Que ella tiene el dinero
suficiente para pagar un buen abogado
y nosotras somos las que vamos a salir
perdiendo.
¡Qué vergüenza!
No diga eso, doña Esperanza.
Por pensar así
es que la gente no denuncia.
Es más.
¿Sabe qué otra cosa?
Me dijo que nos iba
a dar una ayudita económica.
Doña Esperanza,
pienso que aquí hay gato encerrado.
Si ella le está diciendo eso,
es porque está
segura que si pasó algo
entre Carlos y Lucía, lo mismo.
Me quedé pensando.
Ajá, Pero eso si, no le acepté
la ayudita que ella me ofreció.
Así pasa en estos casos,
pero no se deje convencer.
Recuerde que lo que hizo Carlos
es un delito y se
paga con cárcel porque nadie debería
aprovecharse de un menor de edad.
Pues ojalá
que el dinero no haga la diferencia, doña
Marta, Confiemos en que es posible
tener justicia, doña Esperanza.
Y harán algo,
aunque Lucía diga que se lo permitió.
No importa.
Tiene 14 años y siempre es violación,
sea o no con consentimiento de la niña.
¡Ay! Lo que me preocupa es que si presiono
a Lucía con lo de la denuncia,
se moleste tanto conmigo,
que me llegue a odiar
o se quiera ir con sus papás a Estados
Unidos.
Es una adolescente,
se siente muy confundida.
El problema es que ya pasó mucho tiempo.
Pero imagínese que voy a poner la denuncia
y resulta que no hubo nada.
Acuérdese que Carlos insiste en
que si tuvo relaciones sexuales con ella.
Por eso es que necesito que usted
la revise para que nos aseguremos.
Bien. Y ya le dije que no puedo hacer eso.
Si lo hago, tengo la obligación
de informar a las autoridades.
Pero ya veo que Lucía
no quiere denunciar al patojo.
El asunto aquí es que por la edad de su
nieta, esto es un delito, Doña Esperanza.
¡Ay, Dios!
Me preocupa que la gente vaya a andar
hablando mal de mi nieta.
Usted debe preocuparse
por el bienestar de Lucía.
No le ponga atención
a lo que diga la gente.
¿Y será que todavía
podemos poner la denuncia?
Por supuesto que sí.
Las cosas que usted
decida llevar a Lucía al hospital.
Tiene razón, doña Marta.
Y aunque ella no quiera.
Ay, sí.
La voy a llevar al hospital.
¿Abuelita, que está diciendo?
Ay, mija, no pensé que estabas en la casa.
Yo ya le dije que no
quiero hacer esa denuncia.
¿Por qué no me dejan en paz?
Lucía,
yo pensé que no ibas
a venir a ayudar al centro comunitario.
Ya vas.
Todo tiene que estar listo
para cuando vengan las computadoras.
Aunque no tenía ganas de venir.
Yo tampoco. Pero todos tenemos que ayudar.
Mira.
¿Y que te pasó en el acto cívico?
Estabas mera distraída.
Vos. Es que todo lo que está pasando
no me deja pensar.
Lo decís por el clavo con Carlos.
Cállate, que acabo de oír a mi abuela
hablando con doña Marta
y le dijo que va a poner la denuncia
aunque yo no quiera.
Puede que sea lo mejor.
Vos, porque a mí se me hace que el Carlos
te drogo.
Eso no es cierto.
Vos lo que no querés
es que el pobre Carlitos salga fregado.
Lo que no quiero es que todo esto
se llegue a saber en todo San Juan.
Ya ves lo que pasó
con tu prueba de embarazo.
Tenés razón.
Todo lo que dijeron de vos
y no era cierto.
Pero esa es otra historia.
Igual toda la gente se va a dar cuenta.
Eso no lo puedes evitar más
si te crece la panza.
Ay, Verónica. Mmm.
Ya viste lo que pasó conmigo.
Y Eduardo me dejó sola.
Pero Carlos no es así.
Él es el único que me apoya.
Dice que no le importa enfrentar a su mamá
o a mi abuela.
Carlos, Apoyarte a vos sí que no lo creo.
De veras, Verónica Pero, Lucía.
¿Qué te pasa,
que ahora te encara más en esa nube?
Ya me cansé de tantos problemas.
De veras que vos sos muy inteligente,
pero en esto no estás usando la cabeza.
Manu.
No me digas eso.
Vos también ya te pareces a mi abuela.
Solo regañándome Viven.
Yo puedo tomar mis decisiones.
Toma mi mano.
No, no.
La verdad es que soy un bruta. Mamá.
No digas eso. Mi hijo. Es cierto.
Yo no sirvo para tener familia.
No, Jefferson, Sos un buen esposo.
Y también un buen papá.
Si es tan bueno
para que Andrea se fuera de San Juan.
Y sigue sin contestarte.
Sí, creo que cambió de número
porque ni entra la llamada.
De seguro que se pasó Lola
con sus papás de plano que si
a donde vayan
van a estar mejor que con él.
¿No vas a ir a buscarlas?
No, mamá,
va a ser por gusto que vaya mi hijo.
Por lo que me contaste.
Y si él te dijo algo muy cierto.
No podés darte por vencido.
Bueno, sí, pero seguro que si su familia
ya sabe lo que
pasó, no me van a esperar
precisamente con los brazos abiertos.
Ellos son buenas personas, Jefferson.
¿Qué sabe usted?
Tal vez se les mete el chamuco y me voy.
Ay, mi hijo.
Creo que tu papá tiene razón.
¿En qué, mamá?
¿Qué? Te pareces a mí.
Y no soy su hijo. Pues sí, Jefferson.
Pero él lo dice porque somos miedosos.
Y la verdad,
si no nos atrevemos a enfrentar las cosas,
aunque estemos sufriendo.
Ay, sí. Me fregó, mamá.
La verdad duele, Jefferson.
Y también me lo dijo
Andrea cuando vino a despedirse.
¿Qué cosa?
Tu papá.
¿Y no tiene llaves?
Pues sí, pero ya sabes que así es Su modo.
Voy a ir a ver.
Mejor le preparo su café de una vez.
Papá.
¿Por qué chingados no te apuras? ¿A abrir?
Jefferson se acaba de tocar.
No sé. Raza babosa.
¿Y sus llaves? ¿Qué?
Saber dónde fregados las dejé.
Ahí van a aparecer.
¿Y vos?
¿Por qué no llegaste a la finca otra vez?
Ya le dije que estos días
no estoy para ir a la finca.
Papá. ¿Andas en tus días
o qué? ¿Chingados?
¡Papá! Hombre, Ya empieza.
¿Y qué? Pues.
Ya llevas una semana así.
Seguís chillando por la Andrea Va.
Aquí está tu café, Raúl.
Así me gusta.
No más vengo Ya esté todo listo.
¿Te traigo café, mijo?
¿Todavía le preguntas?
Concepción.
Voz servil de hombre.
Ahí que mire él si se lo toma o no.
Ahorita te lo traigo.
Gracias, mamá.
No digo a tu mamá. Saliste vos.
¡Ay! ¡Ay! ¿Por qué anda todo enojado,
papá?
¿De verdad quieres saberlo?
Sí, porque tengo un hijo
que ni a patadas se vuelve hombre.
Aquí está mi hijo.
¿Cuándo vas a olvidar de una vez
a esas mujercitas?
Mire, papá no tiene por qué
hablar de mi familia.
Además, ellas ya se fueron de San Juan.
Sí, ya se fueron.
¿Entonces de qué familia hablas?
No quiero que las menciones.
Uy, Se enojó el pato. Ojito.
¿Es en serio, papá?
¿Estás hablando como hombre
o como Jefferson?
Yo soy hombre, papá.
Andrea decidió irse para hacer su vida
y yo busqué.
Yo también voy a hacer la mía.
Ah, ya era hora, Patojo.
Concepción.
A partir de ahora,
vas a servirle a Jefferson como a mí.
Porque ahora hay dos hombres en la casa.
Lo único que le pido, papá,
es que ya no esté hablando de Andrea.
Con lo que me gusta hablar de ella.
Acá Concepción.
Tráete las botellas y las copas.
Jefferson.
¿Estás seguro de lo que acabas de decir?
Sí, mamá.
Más te vale que sea cierto
que te vas a olvidar de esa mujercita
porque pobre de vos.
Y a la primera de cambio
te vas detrás de la Andrea.
¿Qué le dije, papá?
Ya no estoy hablando de ella.
Y para que vea que es cierto, cuando
vamos a hacer el negocio del ganado.
Ahora sí
voy a trabajar de lleno en la finca.
Toma mi mano.
Entérate más sobre.
Toma mi mano.
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