Silvia está confundida por lo que pasó con el tío Antonio. Ruth le da buenas noticias. Marta y Esperanza hablan seriamente de lo que está pasando con Lucía. Jefferson se queda dormido y al llegar al trabajo tiene muchos problemas. Ixchel dice algo que lo deja helado.
Es el momento de empezar de nuevo juntos.
Volver a nacer.
Toma mi mano.
Vaya que salimos temprano, mijo.
Y que no había mucha cola
en la entrada de la Roosevelt,
sino saber a qué hora hubiéramos llegado.
Menos mal que este café está bien
calientito.
Martha Chumil.
Juan.
Estás igualito.
Tanto tiempo sin verte, mujer.
Tú tampoco has cambiado nada.
Gracias.
Mira, te presento a mi hijo, Rogelio.
Mucho gusto,
Don Juan Rogelio López. Chumil.
Tienes la misma pinta que tu papá patojo.
¿Verdad que sí? Siéntate.
Tenemos mucho que platicar.
Estos tacos me recuerdan
el tiempo que estuvimos en México.
Cállate.
Que a veces solo para comer tortilla
con salsa vieja.
Por eso
te digo que me recuerda ese tiempo.
Porque deseábamos comer tacos.
Pero no se podía.
¿Se conocen muy bien, verdad?
Estudiamos la primaria juntos
con Pedro y tu papá. ¡Ay!
Cómo pasa el tiempo, Juan.
Gracias por aceptar reunirte con nosotros.
Para nada.
Con la plática que nos hemos echado
me doy por servido.
¿Pero decime, Marta,
en qué te puedo ayudar?
Fíjate que Rogelio es muy amigo
de las hijas de Pedro, a las que tuvo
con la Tere.
A lo lejos
me acuerdo de la niña mayor. Sí.
Pues fíjate, Juanito,
que Rogelio quiere conocerlo
y hablar de algunas cosas que le encargó
Ruth, la hija mayor.
Ay, Marta, no sé que vaya a decir Pedro.
Ya sabes que él se alejó
hace tiempo de ellas
también para evitar problemas con la tele.
Tú eres el único que sabe dónde está.
Haceme la campaña
de contactarlo con mi hijo.
Solo quiero hablar con él.
Y si no quiere escucharme, no pasa nada.
Está bien.
Lo voy a llamar,
pero no les prometo nada porque por lo que
sé, él se mantiene muy ocupado.
Y no creo que pueda venir a Guate.
De eso no tenga pena.
Yo puedo viajar a México solo.
Necesitaría
que me dijera dónde lo puedo localizar.
Es aquí nomás, en la frontera.
Aquí en Tapachula.
Ahora
tomémonos una foto para que se la mande
por esa vaina del WhatsApp.
Así te reconoce cuando hables con él.
Bueno, qué gusto verte de nuevo, Marta.
Y la próxima.
No dejemos pasar tanto tiempo.
Te lo prometo, Juan.
Así será.
Ahí está tu banca favorita del parque.
Sentémonos un rato para agarrar aire.
Vamos, pues.
Ahora sí.
Contame.
¿Qué es eso
tan importante que me querías decir?
¿Te acordás que te hablé de ir al
Ministerio Público a poner la denuncia?
Ah, es eso.
¿Y qué va a pasar con el tío
si todo es como debe ser?
Se va a ir a la cárcel.
Y mi mamá se va a enojar mucho.
Silvia, no te preocupes por eso.
Lo que hizo el tío
fue algo malo. ¿Por qué?
Porque nadie, nadie, por ninguna razón,
puede hacer lo que él hizo.
Él te besó. Te tocó. Eso es un delito.
¿Estás segura? A ver.
¿Tú te sentiste incómoda con lo que
el tío hizo? Sí.
Sentí feo que metiera su mano
debajo de mi falda.
Me dio miedo.
Y después me dio mucha vergüenza.
¿Tú confías en él? Sí.
Salimos un montón de veces.
Mi mamá nos daba permiso para pasear
en las tardes.
Hasta me enseñó a manejar bicicleta.
¿Pasaron mucho tiempo juntos? Ajá.
Pero después se enojaba
cuando me buscaban mis amigos.
Y ya no me gustó
que me abrazara todo el tiempo.
Pero él decía que si lo quería, tenía
que dejarlo hasta el día que te besó.
Pero es que yo no sabía qué decirle.
Él dijo que era bueno, que yo aprendiera
y yo no quería que se molestara conmigo.
¿Y por qué te fuiste con él en el carro?
Me dijo que se sentía muy triste
por lo que había pasado.
Que fuéramos a comer un helado.
Y cuando te escapaste del carro.
¿Qué hizo? Se enojó mucho.
Me gritó que tú no me ibas a creer
que mi mamá se iba a enojar.
Y si se enfermaba otra
vez, hasta se podía morir. Y
todo iba a ser mi culpa.
Eso es cierto.
No es. Lo dijo para confundirte.
Solo para hacerte sentir mal
y que tengas miedo de hablar.
Así como me contaste lo que pasó.
Lo mismo tienes que hacer con la persona
que platiques en el Ministerio Público.
Solo debes decir la verdad.
¿Te acuerdas que Doña Marta
dijo que te podías quedar en su casa
después del instituto?
Sí. Fíjate que ella salió
a hacer un mandado con Rogelio.
Pero hoy te voy a dejar en su casa
y cuando salga del trabajo
nos vamos para el apartamento que alquilé.
Ya está listo.
¿En serio?
Pero no quiero irme.
Silvia, ya lo habíamos hablado.
Todas mis cosas están en la casa.
No importa. Iré a traerlas.
¿Y qué tal si me equivoqué?
¿Como el tío dijo?
Porque él ha sido buena onda conmigo.
Y tal vez no quería hacerme nada.
Y solo me asusté.
Silvia, yo sé que estás confundida,
pero ese señor solo quiere hacerte daño.
El tío me ha tratado como a una hija
y es como un papá para mí.
Ese señor no es nada para nosotras.
Para mí sí,
porque yo nunca he tenido papá.
Pero comprende que si alguien te ama,
no puede hacerte daño.
Por eso debemos alejarnos del tío Antonio.
Y por tu bien, hoy mismo
nos vamos a nuestra nueva casa.
Toma mi mano.
No. Doña Marta, gracias por venir.
Qué pena, Doña Esperanza.
Ayer ya no pudimos platicar porque me
tuve que ir a San Jacinto para atender
un parto. ¿Y Lucía se fue con usted
o se quedó en su casa?
Se fue conmigo.
Era mejor que no se quedara sola.
Además, le cayó bien
cambiar de ambiente para despejarse.
No sabe cuánto le agradezco que
me haya dicho que Lucía estaba con usted.
Yo hubiera querido traerla en ese momento,
pero su nieta estaba muy mal
y no quise presionarla
cuando leí la nota que dejó.
Era tanta mi angustia
que ya me iba la policía.
Lo supuse
y por eso le llamé, aunque ella no quería
que le dijera que estaba conmigo.
Yo le dije a Ángel que pasara a su casa
y le avisara a Lucía que hoy
la espero para el almuerzo.
Sí, pasó,
pero ella todavía estaba dormida.
Es mejor que descanse.
Yo quiero que se venga para la casa.
Me lo imagino.
¿Sabe qué?
Vamos a esperar para ver cómo se siente.
Y si usted le da permiso,
que por lo menos hoy se quede en mi casa.
Vaya doña Marta, Que se quede.
Pues mire las penas
en las que me pone esta patoja.
Tal vez no es consuelo,
pero algunas niñas pasan por cosas peores
y yo creo que Lucía va a estar bien.
¿Mire, y ella le contó por
qué ya no se fue con Carlos?
Me dijo que doña Olga
no dejó salir a su hijo de la casa.
Al fin esa señora
hizo algo bueno para Lucía.
Fue lo peor que podía hacerle.
¿Pero cómo se les ocurre querer escaparse?
Carlos siente que Lucía le pertenece
porque dice
que ya tuvo relaciones con ella.
¿Y usted lo duda?
Ya ve que las cosas
están confusas para Lucía
y no se ha comprobado
con un examen médico.
Si ya tuvo relaciones sexuales.
¿Y por qué Lucía le sigue el juego
a ese muchacho?
¿Será que se quiere casar con él?
No sé, doña Esperanza.
Tal vez cree que es lo que tiene que hacer
por lo que pasó.
Pero debemos aclararle que no es así.
¿Verdad que sí?
Yo me acuerdo que usted nos ha explicado
que si uno se equivoca
no es el fin del mundo, que uno
vale por lo que es como persona.
Creo que eso se lo debe decir a ella para
que no sienta que usted la está acusando.
Ay, no sé.
Pulsera que de verdad
tan enamorada está de ese patojo
que no le importan las consecuencias.
Yo creo que ella más que enamorada
está confundida.
Mire la edad que tiene.
Puede ser que la esté presionando.
Pues esa es mi preocupación.
Que si Lucía no está embarazada
y de todas formas sigue con ese patojo,
en una de esas queda embarazada,
tiene que buscar la forma
de acercarse a ella, de decirle las cosas
sin pelear, sin señalarla.
Yo no quiero pelear, doña Marta, Fíjese
que también le mandé
a decir que quiero que venga, porque hoy
me mandaron esta nota del instituto.
¿Y de qué se trata?
Y es un recordatorio para Lucía.
Dice que si mantiene alto
su promedio de notas
puede ganarse una beca
para estudiar una carrera.
Ay, qué buena noticia.
Sí, yo quiero lo mejor para mis nietos.
Yo sé que Lucía tiene la oportunidad
de hacer algo diferente.
Eso es lo que debe decirle
a la niña que usted cree en ella.
Yo la quiero ver feliz.
Que nadie la trate mal o abuse de ella.
Que se tome el tiempo necesario
para aprender, para crecer.
Ya lo demás llegará en su momento.
Eso es, doña Esperanza.
Eso es lo que tiene que decirle,
que no es el momento
para estar con un muchacho
y menos con alguien como Carlos.
Sí, doña Marta.
No quiero que después Lucía
se arrepienta de las consecuencias.
Además,
nosotras sabemos que en este momento
esa relación no está bien
y está penada por la ley.
Con todo esto que hemos platicado,
no quiero que Lucía corra más riesgos.
¿Y qué piensa hacer doña Esperanza?
Pues Lucía es mi responsabilidad
y lo que me corresponda lo voy a hacer
para que ella tenga un buen futuro.
Carlos casi se la lleva.
La única opción
que me dejan es ir a poner la denuncia.
Toma mi mano.
La gran que sueño.
¿Qué? Las nueve.
No puede ser.
¡Mamá!
¿Dónde está?
¿Qué pasó, mijo? ¡Ay!
Dígame que todavía no son las nueve, Mamá.
Sí, Jefferson, Esa es la hora.
Me lleva. Yo para tocar la puerta.
Estaba para despertarte, pero roncando.
Estabas.
¿Ahí?
Aunque sea agua, me hubiera echado. Mamá.
Ay, pos siempre tan exagerado.
Anda, báñate, mijo.
Ya es tarde.
En media hora me toca una exposición.
¿Y lo que ya no ibas a trabajar
con la licenciada infiel?
Pues.
Ay mamá,
la verdad estoy fregado de pisto y
no puedo dejar de trabajar en la oficina.
Ay mijo, déjame con ese olor a guaro.
¡Ay! Te lavas bien la boca
y ya no tengo camisas limpias.
Ayer de las lavé. Voy a traerte una.
Y calcetines también.
Mamá, porfa.
Disculpe que la moleste. No.
Buenos días.
¿Cómo están? Pasen adelante, por favor.
¿Ruth No ha venido Jefferson?
No, Samuel, todavía no.
Él es el primero en exponer.
Sí. Ojalá que no tarde más en venir.
Buenos días.
Buenos días, don Ernesto. Bienvenido.
Muchas gracias.
La licenciada estará disponible.
Solo que me deje preguntarle
si me haces el favor.
¿No ha empezado el Congreso
todavía, verdad?
No, don Ernesto,
pero en un momento iniciamos.
Muy bien.
Puede pasar a la oficina de la
licenciada don Ernesto.
Gracias, Ruth.
Permiso.
¿Ya vino Jefferson? Me.
Sus luces.
Mejor me voy a preparar
por si no viene a tiempo.
Adelante.
Permiso. El licenciado Mitchell.
¿Cómo está? Adelante, don Ernesto.
¿Cómo?
Si yo.
Me quedé pensando en lo que me contó
el viernes.
La vi muy afectada.
Qué pena, Ernesto.
No sabía a quién llamar.
Me sentía muy mal.
No puedo creer que ese muchacho
que le dicen el diablo
haya sido quien mató a su esposo.
Yo nunca me imaginé
que venir a San Juan, Renacimiento
me haría enfrentar de nuevo el pasado.
¿Está
totalmente segura que fue el Señor mismo?
Esa bola reconocería en cualquier lugar.
Pues, como le dije, estoy dispuesto
a apoyarla en que se haga justicia.
Le agradezco mucho, don Ernesto,
pero más que justicia,
quiero hacer
algo para
que los jóvenes no se metan en esas cosas.
Con lo de mi esposo
no sé si se pueda hacer algo
todavía después de tanto tiempo.
Admiro su actitud, licenciado.
Pues créame que todavía estoy impactado.
Igual quiero que sepa que tiene mi apoyo
en lo que desee hacer.
Gracias, don Ernesto.
No sabe cuánto le agradezco
todas sus atenciones conmigo y con Pablo.
Él estaba tan asustado que ir de paseo
el fin de semana le cayó muy bien.
Ha pasado.
Hablando de las fuentes. Georgina. Sí,
las aguas termales.
Que bueno que lo disfrutaron,
porque yo me la pasé muy bien.
Ixchel.
¿Le puedo llamar Giselle? Claro, Ernesto.
No hay problema.
Y ya sabe, cuando quiera ir otra vez.
Sólo me dice
gracias.
Que conste. Le voy a tomar la palabra.
Creo que ya está por empezar el Congreso.
Vamos. Cierto.
Vamos, entonces.
¿Todo listo, Ruth?
Casi. Licenciada. Casi.
¿Me permite un momento? Claro.
¿Me disculpa, don Ernesto?
No tenga pena, Itzel.
Voy a entrar de una vez.
Gracias, licenciada.
Jefferson no ha venido aquí.
Pero a él le toca exponer ahorita.
Sí, ya lo llamé varias veces,
pero no contesta.
Tal vez le pasó algo.
Ya es suficiente.
Creo que he aguantado mucho sus faltas.
Por favor, dígale
a Samuel que inicie la actividad y que.
Buenos días, Jefferson.
Son más de las 09:30.
Disculpe, licenciado.
Tuve un contratiempo,
pero estoy listo para la exposición.
Samuel va a exponer en su lugar.
Licenciada, por favor, déjeme hacerlo.
Jefferson. Pero usted. ¿Qué le sucede?
¿Qué es ese olor?
Este. Ruth.
¿Puede dejarnos un momento, por favor?
Sí, licenciada.
Permiso.
Jefferson,
esta es la gota que rebalsó el vaso.
Ya no va a pasar otra vez, Isabel.
Se lo prometo.
Deme la oportunidad.
No, Jefferson,
si lo que quieres quedarse en su casa
lamentándose con sus problemas,
entonces hágalo.
Pero vengo preparado. Ya tomé la decisión.
Usted la expone.
Y en el primer receso
voy a redactar su carta de despido.
Toma mi mano.
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