Teresa está desesperada y pide a Ruth que retire la denuncia. Lucía regresa a casa. El padre de Bárbara busca a Carlos para que se haga responsable, pues sabe que él fue quien se acostó con su hija. Jefferson busca a Andrea, pero la respuesta que recibe no es lo que esperaba.
Toma mi mano.
Hola, amor.
¿Y Sylvia?
La dejé con Jenny
porque le estamos preparando una sorpresa
para su cumpleaños.
Así la entretenemos
para que no se dé cuenta.
Va a ser difícil.
Por eso le dije que iba a salir un rato
contigo.
Y de una vez, aproveche
para encargar el pastel.
Buena idea.
Doña Teresa.
¿En qué la puedo ayudar?
Hoy vengo a ver a Sylvia.
Me hace mucha falta.
Mamá.
¿Viniste a verme?
Sí, mi hijita. Te extraño.
Yo también te extraño,
mamá. Ya ves, Jenny.
Sylvia quiere verme.
¿Nos dejas a solas un rato?
Bueno, Sylvia, Voy a estar afuera.
Ruth no tarda en regresar.
Gracias, Jenny.
No, Sylvia.
Apenas unos días sin verte. Ya creciste.
Ya te estoy alcanzando.
Apaga la tele para que hablemos.
Bueno, siéntate.
¿Y cómo te sentís viviendo
en este apartamentito?
Pues estoy muy contenta de estar aquí
con Ruth.
¿Entonces no me extrañas?
La verdad, sí. Te extraño.
Pero no quiero volver con vos
y el tío Antonio.
Ay, eso no puede ser.
Yo, que te he cuidado siempre.
¿Y ahora me quieres dejar?
¿Es que crees que es justo?
Mamá, ya sé todo lo que pasó.
¿Qué decís?
Ya sé que el tío Antonio violó a mi
hermana y quería hacer lo mismo conmigo.
Silvia, eso no es cierto.
¿Por qué no hiciste nada, mamá?
¿Por qué
dejaste que ese señor lastimara? ¿Ruth?
Ay, Silvia,
Si me muero.
La culpa es de ustedes.
Ruth,
que siempre anda hablando mal de tono.
Y ahora vos, mamá,
tenías que cuidar a Ruth a las dos.
No puede ser.
Hoy me va a dar algo.
Y yo tan enferma.
Ya no te creo.
Sos una malagradecida.
Yo te quiero mucho. Pero.
Entonces demuéstralo.
Y decirle a Ruth
que quite la denuncia contra tu tío.
No puedo hacer eso.
El tío Antonio no es bueno.
¿Qué pasa?
Los gritos se oyen en la cafetería.
¿A ti qué te importa?
Silvia es mi hija.
Yo me la voy a llevar
porque tengo todo el derecho.
No se la puede llevar, doña Teresa.
¡Quítate de mi camino! Silvia
se va conmigo.
Yo no me quiero ir.
Pues quédate.
Pero te olvidas que tenés. Mamá.
No te preocupes, Silvia. Ya viene Ruth.
Váyase, doña Teresa o llamo a la policía.
Ya, ya me largo.
Solo te digo una cosa, Silvia.
Que quede en tu conciencia
lo mala hija que sos.
Tranquila, Ruth.
Menos mal que Jenny sabía que esto
podía pasar.
Gracias, Jenny.
No es nada, Ruth.
Silvia se calmó
y está dormida en el sillón.
Los veo después.
Me costó llevar a Silva el 4.º.
Está muy triste, pero está tranquila.
Y sabe que hizo bien al defenderse.
Lo mejor es dejar claro
todo en el juzgado para que doña Teresa
no se acerque a Silvia.
Tiene razón.
Esto no puede pasar otra vez.
¿Qué opinas de denunciar a tu mamá?
Sólo de pensarlo me da angustia.
No sé si pueda hacer algo así.
Es una decisión que debes tomar.
Y si hablas con tu papá,
tal vez ayude para decidir qué hacer.
No sé.
Apenas si lo recuerdo.
Quizá sea el momento para conocerlo.
Puede ser.
Rogelio.
¿Lo llamarías para decirle que venga?
Si quieres, lo llamo ahora mismo.
¿Hoy?
Espero no equivocarme,
pero quiero que esté aquí para arreglar
lo de la tutela de Silvia
y aclarar las cosas con él.
Toma mi mano.
Aquí están las llaves.
Voy a ir a buscar a Lucía.
Papá, no te metas a clavos. ¡Manos!
El Carlos, en su desesperación.
Saber qué hizo.
No digas eso.
Me voy con vos.
No, Diego.
¿Cómo están las cosas? ¿Si nos ven juntos?
¿Nos puede parar la policía?
Quédate aquí por si regresa el juez.
A ver qué casaca le das.
¿De veras? Pues órale. No hay clavos.
Yo te cubro.
Solo espero encontrar
bien a Lucía. No.
¿Qué te trae por aquí, Alex?
Estos no son tus amigos, Mario.
Yo sé que tu primo Carlos
tiene una chava en la cabaña.
Mira vos.
Esa cabaña está metida
allá por los potreros.
La verdad es que yo casi no voy por ahí.
No sabría decir. A la mano.
Así de buena onda.
Vamos a ver.
Estoy seguro que ella está ahí.
Vamos, pues.
¿Vos?
¿Y esa sangre?
¿Qué onda?
No sé cómo.
Aquí matan animales.
Lucía.
¡Lucía! ¿Estás ahí? Lucía.
Lucía.
Lucía.
Lucía.
Soy Alex.
Lucía. Alex.
¿Alex? Sí. Lucía.
Abrí la puerta.
No puedo.
Está cerrada con llave. Alex.
Sácame de aquí.
Yo no tengo llaves.
De plano
que mi papá se las dio a Carlos. ¿Mario?
Lucía está saliendo en la tele
como desaparecida.
Si no quieres problemas,
mejor tiremos la puerta.
Démosle, Pues.
Alex.
¡Híjoles!
¿De veras que es la que andan buscando?
Ana, apúrate a sacarla de aquí.
Yo no tengo nada que ver en esto.
Lucía, Mi hija.
Abuelita. Bien. Alex.
¿La encontraste?
Ay, por Dios.
Pero entren.
Doña Esperanza,
creo que es mejor que ustedes platiquen.
Ya le conté a Lucía que en la excursión
no pasó nada entre ella y Carlos.
Ella le dirá.
Yo le voy a contar todo, abuelita.
Gracias, Alex.
Gracias, mi hijo.
Muchas gracias.
Lucía.
¿Estás bien? Abuelita.
Tuve mucho miedo.
Pero mi hija.
¿Y por qué te fuiste?
No sé en qué estaba pensando.
¿Estabas con Carlos, verdad? Sí.
Yo creí que todo iba a ser mejor
si me iba con él.
Pero no hay niños.
Date cuenta de la clase de persona
que es ese muchacho.
Él no te quiere.
Lo sé, abuelita.
Pero yo pensé que estaba enamorada de él.
Es que me sentía muy sola.
Miraba que usted estaba siempre enojada
conmigo, que todo lo hacía mal.
Nunca era suficiente.
Lucía Perdóname, mija.
Yo sé que a veces uno.
Las penas del día a día se olvida.
¿Preguntarle cómo están, Cómo se sienten?
Abuelita.
Perdóneme usted también.
Yo creí que mi vida
iba a ser mejor con él.
Pero me equivoqué. Mi hija,
Tú y Ángel son mis tesoros más grandes.
Lo siento tanto.
Le prometo que voy a cambiar.
Estoy tan feliz de que estés aquí.
Y tenemos tanto de qué hablar. ¡Ay!
Pero primero vamos a ver al comisario.
Para desactivar la alerta Alba. Kenneth.
Qué vergüenza, Abuelita.
Ay, mija, Dejemos de decir eso.
Que por vergüenza o por pena
o por el qué dirán.
Por tantas cosas, nos quedamos callados.
Ya no más, mija.
Lo que hay que hablar, hay que decirlo
sin pena para que nos podamos entender.
Sí, tiene razón, abuelita.
Así debe ser.
¡Carlos!
¡Carlos! ¿Qué pasó? Me acaban de llamar.
Que ya vieron a la Lucía con esperanza
y van a la comisaría.
No puede ser.
Sí, estoy seguro que la dejé bajo llave.
No importa cómo salió de la cabaña.
Ahora tienes que convencerla
que no te vaya a acusar.
Sólo dale unos billetes.
Ay, Dios mío.
¿Quién será? Será la policía.
¡Ay! Escóndete, Carlos.
Doña Olga, Vengo con Bárbara.
Tenemos que hablar con su hijo.
Don Héctor.
No entiendo.
Qué pasa.
Me contó mi hija que Carlos la engañó
y la obligó
a tener relaciones sexuales
en la famosa excursión del instituto.
Así que ahora él debe responder
por lo que hizo.
Mi hija no se va a quedar burlada.
Toma mi mano.
Aquí tiene su vuelto.
Mire.
Muchas gracias, doña Oti. Nos vemos.
Que le vaya bien.
Ay, los domingos bien que hay venta, Mamá.
Ay, gracias a Dios, mija.
Aprovechando que ahorita no hay gente,
voy a ver a Emma.
Anda, pues.
Y me contás si ya comió.
Buenos días.
¿Todavía hay pan? Jefferson.
¿Qué tal, doña Betty? ¿Como está?
Bien, mijo.
¿Y tú qué tal? Tanto tiempo sin verte.
Sí, usted.
Disculpe que no había venido a visitarlos.
No tengas pena.
Que alegre que veniste, Jefferson.
Gracias, doña Betty.
El negocio está más grande que bueno.
Pues ahí vamos echando punta, como dicen.
Los felicito.
¿Y don Paulino?
Ahí adentro está.
Pero entra de una vez.
Ya vine, mamá,
y me está comiendo su panita.
Ah, ya veo que está mejor.
Pero. Jefferson.
Hola, Andrea.
¿Qué haces aquí? Eh, Vine a verte.
¿Y para qué, mija?
¿Por qué no entran y platican un poco?
No, mamá.
Yo le estoy ayudando aquí a despachar.
No tengas pena.
Le voy a decir a tu papá que me ayude.
Y así también Jefferson irá la nina. Sí.
Quiero verla. ¿Dónde está?
Primero hablemos.
Pero afuera.
Mi hija.
Voy a salir un rato.
Mamá. No se preocupe, doña Nati.
Es mejor así.
Ahorita regresamos.
¿Y cómo siguió Emma?
Logré conseguir el dinero que me faltaba
para la medicina.
Mi amor, yo.
No me digas así, por favor. Está bien.
Andrea.
Te deposité dinero
antes de venir una semana después.
Yo no podía esperar tanto.
Emma está más grave.
Lo sé, pero créeme que me salió
un problemón que ni te imaginas.
Qué raro que tengas problemas
si nosotros ya no estamos contigo.
Es en serio, Andrea.
Además, ahora gano menos. ¿Por qué?
Porque ya no trabajo de lo mismo.
¿Renunciaste?
No, sigo trabajando ahí.
No te entiendo, Jefferson.
¿Qué pasó?
Esa es otra historia
que te voy a contar después.
La cuestión es que vine aquí para.
Para pedirte perdón. Andrea.
Reconozco que el culpable de todo esto
soy yo
y que no he tenido
el valor de enfrentarlo.
Yo sé que estás molesta conmigo,
pero estoy dispuesto a cambiar.
No estoy molesta, Jefferson.
De veras estoy decepcionada.
Sí, y tenés razón.
Sé que fui
yo quien se alejó sin decir mayor cosa.
Pero cuando Emma se enfermó,
no tenía quién más pedir ayuda.
Tú eres su papá.
Y tu hija
tiene derecho a que le des lo que necesita
aunque no estés con ella.
Mis papás acaban de remodelar
la panadería y no tenían cómo ayudarme.
Y yo tuve la esperanza de contar contigo.
Y lo hice. Andrea.
Tal vez no inmediatamente,
pero te envié el dinero.
Ese es el asunto.
Siempre tenés que resolver algo antes
que las necesidades de tu familia.
Y ya me cansé de eso.
Dame una oportunidad.
Ya no puedo estar sin ustedes.
¿Seguro que no podés estar sin nosotras?
Estoy seguro, Andrea.
Tan seguro que
hasta saliendo con una mujer está.
¿Qué cosa?
Me mandaron una foto donde apareces
con alguien y creo que la conozco.
Fotos. Quiero ver. Ya la borré.
¿Para qué la iba a tener en el teléfono?
Andrea, yo no estoy saliendo con nadie.
Ah, ya sé.
De plano que mi papá
o alguno de sus cuates te mandó la foto.
¿Por qué decís eso?
Porque Mariana está en San Juan
para trabajar con Ruth
y hemos salido a almorzar.
Pero bien feliz que te miras en la foto.
Mi amor.
Con Andrea ya te he hablado de Mariana,
Es una buena compañera de trabajo,
nada más. Yo te amo solo a ti.
Ay, Jefferson.
Ahora
esas palabras significan tan poco para mí.
No digas eso.
Lo siento.
Aquí estamos, tranquilas,
empezando una nueva vida con Emma.
Y lo vamos a hacer.
Pero sin ti.
Toma mi mano.
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