Doña Esperanza habla con Lucía acerca de la discusión que tuvo con doña Olga, Lucía se queja y le pide comprensión a su abuelita. Una llamada cambia el curso de Ruth, quien se ve obligada a regresar de su viaje. ¿La calma es el aviso de una nueva tormenta? No dejes de saberlo.
Es el momento.
De empezar de nuevo juntos.
Volver a nacer.
Toma mi mano.
Lucía.
Tenemos que hablar.
Poneme atención.
Abuelita. Es que me estoy arreglando.
Si no, voy a llegar tarde al instituto.
Aunque no vayas.
Lo que tengo que decirte
es más importante.
Así que por favor, escúchame
y apaga el radio.
Mira, mija, dejé pasar los días
para poder hablar más tranquila con vos.
Pero tenemos que ver qué
hacemos con tu situación.
Dígame.
Lo primero que tengo que decirte
es que doña Olga me dijo que la ofendiste.
Que yo la ofendí.
Y para eso quiere que me quede.
Eso es más importante que el instituto.
No me hables así, Lucía.
¿Pero ella le contó Por qué?
Eso es lo que yo no entiendo. Lucía.
Ella me dijo que solo quería ayudarte.
Y vos le saliste con insultos.
¿Ayudarme?
¿Ella a mí?
Si eso es Ayuda.
No sé que falta para que a uno
lo aplasten como cucaracha.
¿Es que no te has dado cuenta en los líos
que estás metida?
Yo no me metí en líos.
Fue usted quien me metió en esto.
¿Por qué me estás diciendo eso?
Porque fue usted la que salió corriendo
y le contó a doña Olga.
Mirá lo que decís encima de lo que haces.
¿Te atreves a criticarme?
¿Y a doña Olga, que solo quiere apoyarnos?
Pues yo no creo que doña Olga
de verdad quiera apoyarnos.
¿No le parece?
Yo no te he enseñado a ser malcriada.
¿Qué te pasa, Lucía?
Es que ella me trató
como si yo fuera un trapo chueco.
Pero los jóvenes
tienen que respetar a sus mayores.
Vos lo sabes muy bien.
Y lo hago, abuelita.
Pero ella no dejaba de decirme
que yo era una cualquiera.
Hasta habló mal de usted.
Mmm. Eso no te lo creo, Lucía.
Abuelita. ¿Por qué le cree a esa señora?
Le tiene más confianza a ella que a mí.
Mira, Lucía.
Doña Olga siempre nos ha echado la mano.
Y como cuando nos hace falta dinero.
Ella me saca del apuro y me lo presta.
Pues sí. Pero bien. Que le cobre el favor.
También nos aconseja
y está pendiente de nosotros.
Ya viste que te mandó a llamar
para platicar con vos.
¿Abuelita?
Disculpe, pero yo no sé qué pensar.
Aquí no hay nada que pensar.
¿Vos te portaste mal con doña
Olga y tenés que pedirle disculpas
y agradecerle que te aconseja? Bien.
No me mande hacer eso.
Mirá, Lucía, hoy le fui a pagar lo que
le debía y tuve que disculparme por vos.
Pero eso es entre ella y usted.
No, señorita,
eso lo tenés que arreglar con ella.
Está bien.
Yo voy a disculparme.
Si ella se disculpa conmigo.
Es cierto que la tengo que respetar,
pero ella me trató muy mal.
Acordate que sos la novia de su hijo.
Y hasta me aconsejó que hacer
para resolver esta situación.
Pero abuelita, solo por eso.
No voy a ser hipócrita con ella.
Ay, Lucía, cuando te portas
así, de veras que yo quisiera
pegarme.
¿Crees que esto es fácil para mí?
No solo estás embarazada, también rebelde.
Lucía.
Abuelita, ya le dije que no
estoy embarazada y no soy rebelde.
Y encima de todo, mentirosa.
¿Cómo cree que me siento de saber
que usted no confía en mí?
Pero no puedo hacer nada
si usted no quiere creerme.
Pues si quieres
que vuelva a confiar en vos,
deja que te hagan exámenes de laboratorio.
¿Por qué no espera que pase el tiempo
y se va a dar cuenta de la verdad?
¿Y estar con esta angustia?
No, mijita.
Abuelita.
Cómo me duele saber que se pasan
el chisme.
¿Y qué andan diciendo?
A saber de quién está embarazada Lucía.
Abuelita.
Pero si usted cree en mí,
no importa lo que digan.
Lo siento, Lucía.
Vos no vas a decirme qué
es lo que debo hacer.
Ya es tarde, abuelita.
Mejor me voy.
Hablamos después, si quiere.
Ya estuvo bueno.
De una vez te digo que hoy mismo
te llevo a la capital a que te hagan
los exámenes de laboratorio.
Y así salimos de una vez de la duda.
Toma mi mano.
Te veo un poco cansada.
Te hice levantarme temprano.
No, es que me costó dormir.
¿Por qué no estaba viendo la habitación?
Es que no estoy acostumbrada a dormir
fuera de mi casa.
Eso pasa al principio.
Pero conforme vaya saliendo,
te vas acostumbrando.
Lo que sí te digo, Rogelio.
Nunca me imaginé
que el lago de Atitlán fuera tan hermoso.
Por eso quería
que nos levantaremos temprano.
Para que viera la salida del sol
entre los volcanes.
Vaya que encontramos este lugar abierto
frente al lago.
Aunque sea para tomar cafecito.
Pero está bien.
Igual no como mucho en la mañana.
Y lo mejor de todo es el paisaje.
Y verlo contigo. Ya, Rogelio.
Estaba pensando que podríamos ir a dar
una vuelta por San Pedro La Laguna.
¿Qué te parece?
¿O qué tienes ganas de hacer?
Tú eres quien conoce aquí.
Está bien lo que decidas.
Pues entonces no se diga más.
Mesero, la cuenta.
Me acuerdo que ayer nos
dijeron que la forma más bonita de llegar
es en lancha. Sí.
Allá están los muelles.
Ahí. Tenemos que ir a buscar el ferry
o una lancha para hacer el paseo.
Pero a mí me da miedo porque no sé nadar.
Pero nos dan chaleco salvavidas.
Y yo voy contigo.
Y no podemos ir por carretera.
Sí, pero no es lo mismo.
Además, nos llevaría mucho tiempo.
Joven señito. ¿Para dónde van?
Quieren hacer un tour por el lago.
Estoy a buen precio.
¿Qué tal, amigo?
¿Cuánto sale el viaje a San Pedro?
30 quetzales por persona. ¿Se animan?
Está bien.
Y es colectiva.
¿O nos podemos ir solo nosotros?
Es colectiva, joven.
Pero le puedo hacer un precio
especial a usted y su novia.
No somos novios.
Ay, perdón.
Para los recién casados
también tengo un precio especial.
Así. No le haga caso.
Solo somos amigos.
Pero igual
les hago un descuento en Atitlán.
El amor está en el aire.
Anímense.
El día está muy bonito para pasear.
¿Y qué pasa
con lo de los vientos del comino?
Eso me asusta mucho.
De eso no se preocupe, seño.
Todos los de por aquí
ya sabemos que por ahí, por las 16:00
de la tarde
ya no se puede navegar por el lago.
¿Por qué?
Porque es cuando empiezan a soplar
los vientos del Chocó.
Mil son aires menos bravos
y hasta pueden volcar las embarcaciones.
No me diga.
Ya, si quieres que vayamos. Rogelio.
Pero ya dijo el señor
que ese es el fin de la tarde.
No se asuste, seño.
Es a ciertas horas que no hay viajes
porque es muy peligroso.
Pero ahorita la mañana
está bien despejada.
Ay, no sé.
La lancha se mueve mucho y vamos.
Te aseguro que no te vas a arrepentir.
Bueno, se ve divertido.
No pasa nada, Ruth. Confía en mí.
Toma mi mano
para.
No pensé
que Panajachel y San Pedro
fueran lugares tan bonitos.
De verdad me alegra mucho estar aquí.
¿Y no querías venir con más tiempo?
Hasta me gustaría meterme al lago.
El agua se ve tan fresca y cristalina.
Hazlo.
Quítate los zapatos
y mete los pies en la orilla.
Será sin pena, Ruth. Hazlo.
Tenemos tiempo. Está bien.
Pero tú te quedas a cuidar las cosas.
Si yo aquí me quedo.
¡Uy, qué fría está el agua!
Pero me gusta.
Qué bueno que lo estés pasando bien.
Amigo,
creo que este teléfono es de ustedes.
Lo dejaron en la lancha.
Ya sonó un par de veces.
Gracias. Sí, es de mi amiga.
Qué bonita pareja hacen.
Ella es muy especial para mí.
Tírese al agua, hombre.
No, es que estoy cuidando las cosas aquí.
No, hombre.
Que se le declare mi amigo. ¿Ah,
sí? En esas andas.
Solo estoy esperando el momento adecuado.
Bueno, yo solo le digo Gracias.
Ruth, está sonando tu teléfono.
Ay. Gracias.
Sí. Es mi mamá.
Perdón. Ya regreso.
¿Aló? Mamá.
¿La suegra?
Creo que sí.
Ahí los espero en la lancha.
Aquí nomás voy a estar. Está bien.
Vaya, mamá.
Lo siento, Rogelio.
Tengo que regresar a San Juan. ¿Por qué?
¿Qué pasó?
No pasa nada.
Solo es que tengo que regresar.
Bueno, almorzamos y nos vamos.
No, tú puedes quedarte si quieres.
No quiero arruinar tu día.
Si tú no estás. ¿Para qué me quedo?
No voy a dejar que te vayas sola.
Gracias.
Amigos.
¿Nos lleva de regreso a Panamá tan rápido?
Bueno,
solo voy a arreglar todo en la lancha.
Gracias. Ahorita
lo alcanzamos. Ruth. Pero.
¿Qué pasó?
Es que mi mamá tiene que salir y
va a dejar a Sylvia sola el fin de semana.
Y eso no me gusta.
Me da miedo que le pase algo.
Pero Sylvia es muy lista y sabe cuidarse.
Además, está tu tío Antonio.
¿O él también va a salir?
No, ahí se va a quedar.
Pero para mí él es un extraño
y no le tengo confianza.
¿Y eso por qué?
No me hagas caso.
Son cosas mías. Y a mí
me tienes confianza.
Si no fuera así,
no hubiera venido a este viaje.
Además, contigo me siento protegida.
¿Pero nos podemos ir ya?
Tranquila, ya vamos.
Es que no vamos a llegar a tiempo.
¿A tiempo para qué?
Mi hermana me necesita.
Toma mi mano.
Estos son los nombres
de los primeros hombres
que fueron creados y formados.
El primer hombre fue Balam Quiché.
El segundo, Balam acabó.
El tercero más ocupa el 4.º.
Y Kai Balam.
Soñó.
Entonces, según el libro,
estamos hechos de maíz.
Y esos son los nombres
de los primeros antepasados.
Sí, Alex.
Es lo que el libro sagrado del pueblo
quiché cuenta de la creación humana.
Bueno, muchachos,
hasta
aquí dejamos la lectura del Popol Vuh.
La próxima semana empezaremos a leer
a Miguel Ángel Asturias.
Pasen buena tarde.
¿Cómo viste la clase, Alex?
A mí me gustó la leyenda
de los hombres de maíz. Sí.
Está chilero el libro.
Lástima que no me puedo comprar uno.
Me lo leería completo.
¿Qué onda, muchachos?
¿Estuvo bien la clase de literatura? Sí.
Le decía a Lucía que me gustaría
leer el libro.
Hay una parte donde hablan de unos héroes
que bajan al inframundo.
Una vez vi un cómic
con esa historia del Popol Vuh.
Sí, Pues como leo mucho,
ahora soy un chavo serio.
Como No.
No molestes tanto a mi novio Lucy.
Perdón.
Yo no tengo la culpa de
que tu novio sea un nerd.
Eso sí es verdad.
Mi novio es bien nerd y eso es lo que más
me gusta.
Lo que sí es cierto
es que cada vez sacas mejores notas.
Alex. Sos bien pilas en matemáticas.
¿En cambio, al Carlos cómo le cuesta?
No me digas que quieres cambiar de novio.
¿Y qué onda, Bárbara?
¿Tenés celos de Lucía? ¿De Luciano?
Yo sé que es mi amiga
y no se atrevería a traicionarme.
¿Verdad, amiga?
No digas. Tonterías.
Vos no seas exagerada, Bárbara.
Aunque tus exageraciones me gustan.
Y a mí me gustas tú. ¿Eh?
Saben que muchas.
Si quieren vamos al café Internet un rato
y les enseño las canciones que me gustan.
Yo no tengo tiempo, Lucía.
No, tengo que ir rápido a la casa.
Mejor contanos cuáles son.
Es que hay una
que dice algo así como Te invito a bajar
las estrellas tomados de la mano.
Está bien.
Chile era así, toda romántica.
Ya. Uy, ya oíste, Alex.
Como para que me la cantes vos a mí.
Vos, Alex.
¿Por qué te quedaste tan callado?
Nada, Bárbara.
Ondas mías.
No te creo.
Pero me tengo que ir.
A mí me contás más tarde.
Pero dame un beso.
No sé qué te pasa, Alex,
pero quien te ve diría que no estás
muy seguro de andar conmigo otra vez.
Cómo vas a creer.
Bueno,
no te olvides que tenés
que pasar por mi casa.
Mi cerebro favorito.
Sin vos, no puedo hacer la tarea.
Adiós, Lucía.
Hoy me saludas al Carlos. Adiós.
Yo le digo.
Te vas derechito para tu casa.
Vos, Alex.
¿Qué onda con la Bárbara? Nada.
Sólo que no es igual que antes.
Tal vez ya no funciona lo de nosotros.
Pero no se lo vayas a decir.
No te haría eso.
Es algo que ustedes tienen que arreglar.
¿Pero porque te quedaste tan callado?
No es nada importante.
Lo que pasa es que tomé la decisión
de ya no jugar fútbol.
¿Cómo así?
Alex.
El fútbol es tu vida
y es lo que más disfrutás hacer.
Es un juego tonto.
Está bien para pasar el rato,
pero de eso nadie vive.
No creo que de verdad estés pensando así.
Allá vos.
Si no me. Crees.
Estás loco, Alex.
No podés dejar al equipo de San Juan.
Carlos me contó que Don Cruz
los va a llevar a la capital
a conocer el Estadio Nacional.
Eso dijo.
Imagínate.
¿Vas a entrar al Doroteo o a muchas
flores?
Van a entrenar allí.
Ese siempre ha sido uno de tus sueños.
Pues ni modo.
Así es la vida.
No todos los sueños se pueden lograr.
Y yo me estoy cansando
de todo lo que tiene que ver con fútbol.
¿Gabriel te está
obligando a hacer esto, verdad? No.
Nadie me está obligando. Y menos Gabriel.
No te creo.
Estoy segura que vos
si quieres seguir jugando
y querés ir al estadio, una capital.
Te conozco bien.
Tal vez no me conocés tanto, Lucía.
Y la decisión ya está tomada.
No te dejes vencer, Alex.
Yo creo en vos.
¿Por qué no vas a hablar con Don Cruz
antes de tomar esa decisión?
No hay nada que Don Cruz o cualquier
otra persona puedan hacer para ayudarme.
Mi única familia
es Gabriel y yo tengo que estar con él.
Toma mi mano.
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